Una de las (tantas) cosas que nos gusta mucho de viajar por carretera es que el auto y el camino se convierten en un espacio de encuentro único, donde estamos presentes y vemos y estamos más atentos a escucharnos. Claro, el carro no es excepción para la contaminación digital que nos invade; sin embargo, nos resulta más fácil mitigarla al ver los paisajes, los atardeceres, la luna y demás bellezas que acompañan el recorrido.
Viajar en familia en el auto se convierte en oportunidad también de hacer reflexiones de lo que vemos, de la gente, sus costumbres, sus ocupaciones. A veces temas muy divertidos y en otras, temas difíciles que también vale la pena abordar en familia.
Viajamos el fin de semana pasado a hacer camping de overlanding en la Finca Puerto Rico. El camino fue maravilloso para ver paisajes, gente y aves. Hubo dos momentos, uno de ida y otro de regreso, que nos permitieron reflexionar sobre la presencia de la bondad y la maldad, respectivamente, en la cotidianidad de la vida.
En la caravana que viajamos de ida, conformamos una fila de 18 familias desconocidas (o recién conocidas), cada una en su carro. Ya habíamos conversado en familia sobre este tipo de encuentros donde uno conoce gente que le resulta agradable y posiblemente otra que no tanto. Sin embargo, el ambiente de respeto y camaradería fue predominante.
Nuestro líder, Juan Pablo, en la inducción nos enseñó que en caravana uno no debe cuidar tanto al de adelante sino mantenerse cuidando al que va detrás y así lo hicimos todos en general. Hubo un momento en la ruta, por vía terciaria que pasamos un sector difícil con la vía angosta y con un hueco profundo que hizo brincar incluso a las grandes 4×4 que nos acompañaban.
El conductor del vehículo de adelante (un gran 4×4) cruza casi sin dificultad el obstáculo y luego se queda verificando que nosotros, en un vehículo más pequeño que muchos subestiman por su tamaño (pero también es 4×4… otro día les hablo de eso), no tuviéramos dificultades con el obstáculo tampoco. El gesto de asegurarse que hubiésemos podido pasar (o si requeríamos ayuda) fue muy bonito y nos dio pie para hablar sobre el buen ambiente y camaradería que se vive en la comunidad de aficionados a este tipo de viajes que se está gestando. La naturaleza humana es de bondad y se siente bien ver un gesto como estos. Una vez superamos el obstáculo, hacemos lo propio con el vehículo que nos sigue, el cual tiene dificultades y no logra pasar inicialmente. Las llantas patinan y yo me bajo a ayudarle, y los demás esperan atentos a cualquier ayuda que se requiera. En pocos segundos, el vehículo supera el obstáculo y todos seguimos, contentos porque esto hace parte de la aventura.
Y así como ocurre en la vida, en este paseo no todo fue color de rosa pues al regresar hacia Bogotá D.C., presenciamos una escena, un kilómetro adelante del Alto del Vino, cuando un peatón hace señas a un vehículo que transitaba delante de nosotros y se acerca de forma peligrosa y sospechosa al vehículo en movimiento, poniendo en riesgo no solo su vida sino también la de un canino que llevaba amarrado. A pocos metros estaba otro peatón. Este hecho fue grabado el domingo 5 de febrero de 2023 a las 5:40pm. La escena sólo permite pensar que algo malo tramaban (vean y juzguen ustedes).
Aún sin la certeza de lo que hubiese podido ocurrir, ver esto y comentarlo en familia, escuchar lo que piensan los pequeños acerca de esto, hablar de nuestras reacciones y el contraste con hechos positivos como el narrado al inicio de este post, las precauciones a tener, el bienestar de los animalitos, todo en el mismo paseo, nos permitió aprovechar el camino para reflexionar y aprender en familia. Por fortuna, en esta ocasión nadie salió lastimado ni afectado, aparentemente. Es bueno tener precaución por esta zona, pues la persona que aparece allí parecía dirigirse a un predio, posiblemente habita allí.
Son cosas del camino que también hay que aprovechar, porque la vida es un paseo.
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